miércoles, 24 de octubre de 2007


MUNDOMANÍA

Realmente no logro situarme en un mundo que habiendo logrado desentrañar el mapa del genoma humano, desarrolla con igual ímpetu toda una doctrina de la degradación; un mundo que rebasa el espacio para conocer de cerca su sistema solar, al tiempo que destruye su plataforma de lanzamiento, planeta Tierra que fuera entregado por la Deidad a los humanos para su custodia y preservación; un mundo donde la defensa de los intereses territoriales menoscaba la dignidad de la convivencia orbital; un mundo que desinfla el planeta extrayéndole hidrocarburos y toda clase de recursos para ponerlos al servicio de la contaminación; un mundo inmunodeficiente para afrontar el porvenir; un mundo en el que los opulentos se refrescan con las lágrimas de la penuria general; un mundo que prevarica con su conciencia al tiempo que enajena su futuro; un mundo en el que el mensaje Crístico escasamente reviste un interés antropológico; un mundo en el que el llanto es el menú de la existencia y el hambre el aperitivo de la violencia; un mundo que le grita impaciente a la sordera de la razón; un mundo fraternalmente deficitario que le teme a las aguas de la solidaridad; un mundo que fumiga la plaga de la carencia con venenos de indiferencia; un mundo en pubertad evolutiva caminando con libidinosa incertidumbre; un mundo gobernado por los hombres con autorización de las mujeres; un mundo que colecciona su desespero en el álbum del corto plazo; un mundo que se recata en preservar la virginidad de su injusticia; un mundo de acreedores exigentes y deudores impotentes, un mundo lleno de cosas que hoy valen y mañana estorban; un mundo que recicla la dignidad para producir frustración; un mundo que se reserva el derecho a la intimidad para no divulgar sus desaciertos; un mundo que ama a Dios, especialmente en las catástrofes; un mundo con vocación cuantitativa y frustración cualitativa; un mundo al que los hombres aman con afecto predial; un mundo insertado en la incertidumbre; un mundo estridente que se relaja con el ruido de su euforia; un mundo de naturaleza volátil y consistencia bursátil; un mundo en el que sus pobladores apenas comienzan a interesarse en el tema de la preservación ambiental, al tiempo que el planeta que los alberga reiteradamente estornuda con movimientos telúricos y convulsiona con inundaciones, tornados, avalanchas y toda suerte de sucesos adversos, como denunciando su impotencia para atenuar el maltrato del que es objeto por parte de los insensatos terrícolas; un mundo que fervientemente demanda a los hombres fundamentar su existencia en la solidaridad, la equidad y el respeto y por sobre todo, en el culto a la verdad; un mundo que se rehúsa a perdonar porque la dimensión de su alma y la premura de sus expectativas le impiden conocer la magnificencia del amor..... ese amor al que reiteradamente los hombres le confieren connotaciones eróticas y escasamente le otorgan posibilidades como preámbulo de redención; un mundo por el que Dios llora de frustración, cuando realmente debería sonreír de beneplácito; un mundo que se siente avergonzado a la hora de rendirle tributo a la verdad; un mundo para el que la equidad es un gazapo existencial...... un mundo absurdo que en nada se asimila a la bella semblanza que inspiró a Dios en el momento de iniciar su majestuosa Obra Creadora.


Mauricio Bernal Restrepo.
Bogotá, Colombia.
Fotografía: Autor desconocido.