MUNDOMANÍA
Realmente no logro situarme en un mundo que habiendo logrado desentrañar el mapa del genoma humano, desarrolla con igual ímpetu toda una doctrina de la degradación; un mundo que rebasa el espacio para conocer de cerca su sistema solar, al tiempo que destruye su plataforma de lanzamiento, planeta Tierra que fuera entregado por la Deidad a los humanos para su custodia y preservación; un mundo donde la defensa de los intereses territoriales menoscaba la dignidad de la convivencia orbital; un mundo que desinfla el planeta extrayéndole hidrocarburos y toda clase de recursos para ponerlos al servicio de la contaminación; un mundo inmunodeficiente para afrontar el porvenir; un mundo en el que los opulentos se refrescan con las lágrimas de la penuria general; un mundo que prevarica con su conciencia al tiempo que enajena su futuro; un mundo en el que el mensaje Crístico escasamente reviste un interés antropológico; un mundo en el que el llanto es el menú de la existencia y el hambre el aperitivo de la violencia; un mundo que le grita impaciente a la sordera de la razón; un mundo fraternalmente deficitario que le teme a las aguas de la solidaridad; un mundo que fumiga la plaga de la carencia con venenos de indiferencia; un mundo en pubertad evolutiva caminando con libidinosa incertidumbre; un mundo gobernado por los hombres con autorización de las mujeres; un mundo que colecciona su desespero en el álbum del corto plazo; un mundo que se recata en preservar la virginidad de su injusticia; un mundo de acreedores exigentes y deudores impotentes, un mundo lleno de cosas que hoy valen y mañana estorban; un mundo que recicla la dignidad para producir frustración; un mundo que se reserva el derecho a la intimidad para no divulgar sus desaciertos; un mundo que ama a Dios, especialmente en las catástrofes; un mundo con vocación cuantitativa y frustración cualitativa; un mundo al que los hombres aman con afecto predial; un mundo insertado en la incertidumbre; un mundo estridente que se relaja con el ruido de su euforia; un mundo de naturaleza volátil y consistencia bursátil; un mundo en el que sus pobladores apenas comienzan a interesarse en el tema de la preservación ambiental, al tiempo que el planeta que los alberga reiteradamente estornuda con movimientos telúricos y convulsiona con inundaciones, tornados, avalanchas y toda suerte de sucesos adversos, como denunciando su impotencia para atenuar el maltrato del que es objeto por parte de los insensatos terrícolas; un mundo que fervientemente demanda a los hombres fundamentar su existencia en la solidaridad, la equidad y el respeto y por sobre todo, en el culto a la verdad; un mundo que se rehúsa a perdonar porque la dimensión de su alma y la premura de sus expectativas le impiden conocer la magnificencia del amor..... ese amor al que reiteradamente los hombres le confieren connotaciones eróticas y escasamente le otorgan posibilidades como preámbulo de redención; un mundo por el que Dios llora de frustración, cuando realmente debería sonreír de beneplácito; un mundo que se siente avergonzado a la hora de rendirle tributo a la verdad; un mundo para el que la equidad es un gazapo existencial...... un mundo absurdo que en nada se asimila a la bella semblanza que inspiró a Dios en el momento de iniciar su majestuosa Obra Creadora.
Mauricio Bernal Restrepo.
Bogotá, Colombia.
Realmente no logro situarme en un mundo que habiendo logrado desentrañar el mapa del genoma humano, desarrolla con igual ímpetu toda una doctrina de la degradación; un mundo que rebasa el espacio para conocer de cerca su sistema solar, al tiempo que destruye su plataforma de lanzamiento, planeta Tierra que fuera entregado por la Deidad a los humanos para su custodia y preservación; un mundo donde la defensa de los intereses territoriales menoscaba la dignidad de la convivencia orbital; un mundo que desinfla el planeta extrayéndole hidrocarburos y toda clase de recursos para ponerlos al servicio de la contaminación; un mundo inmunodeficiente para afrontar el porvenir; un mundo en el que los opulentos se refrescan con las lágrimas de la penuria general; un mundo que prevarica con su conciencia al tiempo que enajena su futuro; un mundo en el que el mensaje Crístico escasamente reviste un interés antropológico; un mundo en el que el llanto es el menú de la existencia y el hambre el aperitivo de la violencia; un mundo que le grita impaciente a la sordera de la razón; un mundo fraternalmente deficitario que le teme a las aguas de la solidaridad; un mundo que fumiga la plaga de la carencia con venenos de indiferencia; un mundo en pubertad evolutiva caminando con libidinosa incertidumbre; un mundo gobernado por los hombres con autorización de las mujeres; un mundo que colecciona su desespero en el álbum del corto plazo; un mundo que se recata en preservar la virginidad de su injusticia; un mundo de acreedores exigentes y deudores impotentes, un mundo lleno de cosas que hoy valen y mañana estorban; un mundo que recicla la dignidad para producir frustración; un mundo que se reserva el derecho a la intimidad para no divulgar sus desaciertos; un mundo que ama a Dios, especialmente en las catástrofes; un mundo con vocación cuantitativa y frustración cualitativa; un mundo al que los hombres aman con afecto predial; un mundo insertado en la incertidumbre; un mundo estridente que se relaja con el ruido de su euforia; un mundo de naturaleza volátil y consistencia bursátil; un mundo en el que sus pobladores apenas comienzan a interesarse en el tema de la preservación ambiental, al tiempo que el planeta que los alberga reiteradamente estornuda con movimientos telúricos y convulsiona con inundaciones, tornados, avalanchas y toda suerte de sucesos adversos, como denunciando su impotencia para atenuar el maltrato del que es objeto por parte de los insensatos terrícolas; un mundo que fervientemente demanda a los hombres fundamentar su existencia en la solidaridad, la equidad y el respeto y por sobre todo, en el culto a la verdad; un mundo que se rehúsa a perdonar porque la dimensión de su alma y la premura de sus expectativas le impiden conocer la magnificencia del amor..... ese amor al que reiteradamente los hombres le confieren connotaciones eróticas y escasamente le otorgan posibilidades como preámbulo de redención; un mundo por el que Dios llora de frustración, cuando realmente debería sonreír de beneplácito; un mundo que se siente avergonzado a la hora de rendirle tributo a la verdad; un mundo para el que la equidad es un gazapo existencial...... un mundo absurdo que en nada se asimila a la bella semblanza que inspiró a Dios en el momento de iniciar su majestuosa Obra Creadora.
Mauricio Bernal Restrepo.
Bogotá, Colombia.
Fotografía: Autor desconocido.
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