jueves, 31 de enero de 2008


AGONÍA

Por un mandato de mi Padre Todopoderoso
a este planeta majestuoso yo fui enviado
aquí llegué para salvar al hombre del pecado
y convertirlo en un ser de cierto bondadoso
pero encontré al humano bastante orgulloso
haciendo alarde de una muy pagana idolatría
aquí se fundaba la conciencia en la herejía
todo en el mundo era confuso y escabroso.

Con aura santa nací de vientre inmaculado
en humilde pesebre a las puertas de Belén
los romanos impíos me miraron con desdén
no querían que su gleba oyera mi enunciado
pero yo fui creciendo por el cielo orientado
y con amorosa voz a los hombres platiqué
por desiertos y poblados muy arduo caminé
dejando en los corazones mi apacible legado.

Poco a poco a hombres y mujeres yo enseñé
sabias cosas que el Uno me hubo encargado
también con los niños inocentes yo conversé
de historias dulces que no conocen el pecado
pero el hombre incauto quiso verme postrado
y con metálica armería mi cuerpo capturaron
después de vejarme indolentes me azotaron
para dejarme luego moribundo y crucificado.

Con afiladas espinas ellos coronaron mi cabeza
y con ostentosas lanzas atravesaron mi costado
con látigos aleves azotaron mi cuerpo lacerado
en tanto que sus gritos hacían culto a la fiereza
ellos no entendieron mi mensaje en su grandeza
porque el ego estaba de su corazón posesionado
nunca aprendieron el álgido valor de la nobleza
nunca pudieron amar como Dios lo ha decretado.

Así entregué mi vida en una cruz ensangrentada
para redimir con sacrificio la mancha del pecado
pero luego por mi santo Padre yo fui resucitado
para dejar al mundo una enseñanza muy sagrada
sacrifiqué todo para que el mundo fije su mirada
en la sabia ruta por la que uno puede ser salvado
sólo se requiere seguir la ley que fue anunciada:
“amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.


Mauricio Bernal Restrepo.
Bogotá, Colombia.

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