jueves, 17 de enero de 2008


DOLOR DE PATRIA

Ciertamente que yo no poseo credencial alguna que me faculte para actuar como analista político, en esta patria colombiana que convulsiona desesperada ante la falta de un consenso sobre la verdad fundamental. Hasta donde mi memoria me permite recordarlo, los colombianos transcurrimos muchos años bajo el mandato de gobiernos eclécticos que poco beneficio le aportaron a una nación que naufragaba impotente en las aguas de una realidad económica y social nada favorable. El esquema convencional de financiar el poder con los remanentes de una contratación estatal poco ética, amenazaba perpetuar cada vez más, el imperio de un prevaricato generalizado y una corrupción que danzaba impune frente a los órganos de control judicial. Cada gobierno se empeñaba en hacer sus reformas interinas y poco se hablaba sobre el establecimiento de políticas estatales de largo plazo que permitieran una continuidad en la gestión administrativa, con base en unos derroteros sensatos que fundamentaran los pilares de un desarrollo conciente en términos de vivienda, de salud y de trabajo para todos los pobladores y muy especialmente para esa gran mayoría carente de recursos que reclamaba de manera ferviente una vida digna. Estando sumidos en esa pesadilla, los colombianos resolvieron elegir como presidente a su compatriota Álvaro Uribe Vélez y tal vez nadie se imaginó el vertiginoso cambio en el ritmo político que su gestión conllevaría. Por fin y después de mucho tiempo, comenzamos a sentir que teníamos un gobernante pujante y honrado, entregado por completo a una obra de gobierno en la que debía sortear los más difíciles obstáculos para sacar paulatinamente al país de una postración económica sin precedentes: los índices de inflación, la tasa de desempleo, la recuperación del sector de la salud, la inversión extranjera, la pública y la privada, todos ellos comenzaron de la mano a incrementar sus guarismos y a remozar una nación en la que ya nadie creía. Pero el presidente Uribe parecía no tener límite en su vocación trabajadora y fue así como acometió personalmente los asuntos de la penuria generalizada, destinando los fines de semana a los conocidos concejos comunales que le permitirían detectar y resolver los problemas más sensibles de la población campesina. Colombia estaba acostumbrada a ver unos gobernantes dictando desde Palacio con un vaso de whisky en la mano y Uribe lo hizo desde la misma provincia con poncho, sombrero y agüita cristal para humectar su aliento en las prolongadas y agotadoras jornadas de trabajo. Bien elocuentes han sido las cifras nacionales que se han derivado de este proceso y que sin duda han posicionado a Colombia en un destacado sitial en el concierto latinoamericano y desde luego a Uribe a lo largo de sus dos mandatos, con un índice de favorabilidad que muchos gobernantes del continente envidiarían. No obstante, en la actividad política siempre hay campo para los detractores que bajo el manto de una oposición estéril, pocas cosas sustantivas proponen, en tanto que desvirtúan todo lo que de buena fe un gobierno se propone desarrollar. Resulta ridículo por decir lo menos, que a Álvaro Uribe se le señale como persona proclive al paramilitarismo, cuando ningún gobierno del que tengamos memoria, lograra desarmar a tantos paramilitares activos, tal como lo ha posibilitado este gobierno con su política de seguridad democrática. A los colombianos no se nos puede olvidar esa época en la que nadie podía salir tranquilo por las carreteras del país sin correr grave riesgo de ser secuestrado...hoy la realidad es otra muy distinta y para nadie es un secreto que las fuerzas de seguridad abrigan el territorio nacional con una presencia férrea y patriótica. Con todo, los detractores del gobierno no pierden oportunidad para lanzar a los cuatro vientos toda clase de improperios que sin duda se desintegran ante la realidad de un gobierno ejemplar que no obstante sus falencias, difícilmente encontrará un digno sucesor en la próxima contienda electoral. Pero Uribe también ha tenido que sortear serias dificultades más allá de las fronteras colombianas: El absurdo apoyo que desde Europa vienen otorgando algunas ONG a la guerrilla colombiana es apenas una muestra de esa apología que desde afuera se ejerce a favor de la violencia. Más palmaria y desconsoladora resulta la reciente actitud del gobernante venezolano Hugo Chávez, cuando le pide a Uribe y a varios gobernantes latinoamericanos extender su bendición a quienes han generado tanta barbarie en Colombia...una bendición que pocos avalan, no obstante los compromisos que muchos gobiernos en este entorno han adquirido gracias a la generosidad de Chávez con los recursos de un pueblo tan bueno como el venezolano, pero que mira indefenso los rigores de una dictadura aleve y anacrónica. Uribe tendrá que seguir renovando el aliento con sus ejercicios de yoga en la madrugada, para poder enfrentar al último y más grande de sus detractores...ese mismo que hoy le retribuye a Colombia su lealtad geopolítica, con la negativa de un Acuerdo de Libre Comercio, con el que este querido país esperaba catapultar su economía. Pobre Alvarito...comprometió a fondo todas sus energías para situar a Colombia en un lugar de privilegio y cuando comienza a lograrlo, aparecen en el camino toda suerte de injustas talanqueras. Ojalá que Hillary Clinton modifique su actitud hacia Colombia, porque de lo contrario, si llega a la primera magistratura norteamericana, no creo que nos espere un futuro muy promisorio en ese sentido.

Mauricio Bernal Restrepo.
Bogotá, Colombia.

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